Herencias, testamentos, sucesiones...
En materia de sucesiones, la ley uruguaya es
muy estricta. Sin embargo, herencias y testamentos pueden deparar sorpresas a más de un pariente,
y hasta enemistar familiares para el resto de la vida.
Por Valeria Bolla.

Aunque todos son parientes, y coinciden a menudo en las audiencias judiciales, ninguno se habla. "Esto es una sucesión que lleva años", explica una funcionaria acostumbrada a ver escenas de ese tipo en la puerta de un juzgado.

Hubo un tiempo en que esos mismos parientes almorzaban juntos todos los domingos, brindaban en Navidad y Fin de Año, bailaban en los cumpleaños y hacían regalos a hijos y sobrinos cada Día del Niño. Después se gritaron de todo: "ladrón", "a papá nunca lo quisiste", o "vos siempre fuiste una interesada".

Hoy, los hermanos casi no se dirigen la palabra y la madre llora. Todo por una fracción de campo que el padre quiso conservar para bien de su familia, ahora peleada a muerte.

Herencias y testamentos suelen reflotar viejos fantasmas y sacan a relucir lo peor de la condición humana.

De un día para el otro, los primos adorados se enemistan a un grado impensable, los hijos quieren desalojar a la madre de la casa en que vivió toda la vida, aparecen familiares perdidos resueltos a quedarse con alguna tajada, y hay hasta quien comete un crimen para adueñarse de una pequeña -o gran- fortuna.

"Los afectos y las emociones perturban y se sobreponen a los intereses de quien testó", se lamenta el abogado Héctor Viana Martorell, que acumula años de experiencia en sucesiones y pleitos familiares.

Sin embargo, los testamentos y las herencias también son una caja de Pandora de la que pueden asomar sorpresas más divertidas: gente decidida a dejarle todo a su mascota, tiranos empecinados en seguir gobernando el destino familiar desde el más allá, calculadores que se las ingenian para desheredar a determinado pariente, maridos vengativos que impiden que la mujer eche mano a lo que le corresponde.

Que se arreglen los vivos

Cuando un uruguayo muere sin dejar testamento, sus bienes se distribuyen por Sucesión Intestada.

Existe un orden de llamamiento, por el cual se va convocando a los parientes, desde los más cercanos hasta los más lejanos.

Primero figuran los descendientes (hijos, nietos y bisnietos), después los ascendientes (padres, abuelos y bisabuelos) y el cónyuge. Después hermanos, hijos adoptivos no legitimados, y padres adoptantes no legitimados.

Luego toca el turno a los tíos, y por último heredan los primos. Todos estos constituyen lo que en la jerga legal se conocen como herederos forzosos.

Antonieta Sapriza Carrau es viuda, tiene 78 años, cuatro hijos, 17 nietos, y un bisnieto. Sus abuelos llegaron de España hace muchos años, y se fueron a vivir a una estancia en Durazno.

La llamaron Estancia San José, aunque todos la conocían como Estancia Vieja. El campo y su antiguo casco pasaron luego a manos de los progenitores de Antonieta, Héctor Sapriza y María Eulalia Carrau.

Cuando murió su padre, Antonieta y sus tres hermanos heredaron una fracción del campo cada uno, y a ella le tocó en suerte el casco, donde vivió con su marido durante 30 años.

Allí nacieron sus cuatro hijos que, una vez crecidos, vinieron a estudiar a Montevideo. Para tristeza de Antonieta, un revés económico los obligó a vender ese lugar lleno de recuerdos.

"Me costó sudor, lágrimas, noches de angustia", confiesa. El 9 de Junio pasado entregaron las llaves, y concluyeron así un ciclo de sucesiones sin inconvenientes.

J.M.R no creyó que sus hijos fueran a pelearse por su herencia. Ya en el hospital, este viudo de 77 años recibió la visita de su escribano de toda la vida, quien le recomendó dejar un testamento para evitar problemas entre sus nueve descendientes directos.

El se negó. Dijo que sus hijos estaban "bien criados" y sabrían cómo distribuirse los bienes. Así fue. Uno de los hijos -el contador de la familia- repartió la herencia en nueve partes, y luego se hizo un sorteo para determinar qué tocaba en suerte a cada uno. Y no se habló más del asunto.

Si de suerte se trata, Augusta Pazos, de 62 años, ya recibió dos apartamentos y unos miles de dólares, sin mover un dedo.

"Fui la única nieta, la única sobrina, la única todo de mi familia. Mis tías, mi abuela y mamá, me dejaron varias cositas", resume la afortunada, que con la renta y los intereses de esas "cositas", vive sin aprietos y hasta se da el lujo de viajar dos veces por año a visitar a su hija, que vive en Islas Canarias.

Sin embargo, estos casos no son la regla. Cuanto mayor es la fortuna a heredar, mayores los problemas. "Por ejemplo, la herencia de Joaquín Torres García suscitó una conflictividad muy importante que aún se ventila en los tribunales", cuenta Héctor Viana Martorell.

Hágase mi voluntad

Hay quienes prefieren no dejar nada librado al azar.

Cada año se inscriben en el Registro de Testamentos unas 4 mil voluntades de uruguayos. Desde bienes como "dos solares de terreno, en el pueblo de La Paz, departamento de Canelones, diez bueyes mansos, tres caballos", tal como reza un testamento fechado en Setiembre de 1886, hasta tapados, alhajas, casas, y fotos personales destinadas a nuevos dueños.

Hay dos tipos de testamento: el abierto y el cerrado. En ambos casos interviene un escribano.

El abierto se hace ante el profesional y requiere ser leído ante tres testigos que luego deberán estampar su firma en el documento. El testamento cerrado se guarda en un sobre lacrado, cuya carátula es autorizada por el escribano en presencia de cinco testigos, aunque nadie conoce su contenido.

"Puede ser escrito de puño y letra del testador, a máquina, en computadora, por el escribano, o por un abogado", resume Ema Carozzi, profesora titular de la materia Derecho Sucesorio en la Universidad Católica y en la Universidad de la República.

La solemnidad de ambos actos es absoluta, y de omitirse algún paso, redactarse algún punto confuso, o hasta equivocarse en datos como el día y la hora, el testamento puede resultar nulo.

Los profesionales coinciden en que la mayoría de los testamentos corresponden a personas ya mayores y sin herederos forzosos. Pero también hay otros denominadores comunes entre los testamentos uruguayos: uno de los más frecuentes es el caso de los maridos que quieren proteger a la futura viuda. Otros tantos se firman para impedir al ex marido o a la ex mujer que algún día puedan tocar un centavo más del que les corresponde.

Esto es habitual cuando hay hijos menores de edad y uno de los cónyuges no quiere que el otro administre la herencia que corresponde a los niños, para la cual se nombra a una persona de confianza del testador.

También es frecuente que los padres de hijos discapacitados quieran asegurarse de proteger su futuro para cuando ellos falten y, en menor medida, los testamentos en que padre o madre juzgan que un hijo en particular merece algo más que sus hermanos. "Este tipo de testamento termina siendo, en la mayor parte de los casos, una fuente de conflicto", asegura Viana Martorell.

El comerciante M.T.V. tuvo otro motivo para redactar su testamento. Antes de viajar a Europa con su esposa y sus cinco hijos, el hombre se puso a pensar qué pasaría si el avión caía y todos morían en el accidente. Hizo todos los cálculos: padres ya no tenía, nietos todavía no habían nacido. Todo lo que había conseguido tras una vida de trabajo iría a parar a manos de su hermano, con quien estaba enemistado desde hacía 20 años. Una vez firmado el testamento, en el que reducía al máximo las posibilidades de que su hermano se quedara con sus bienes, hizo las valijas y viajó tranquilo.

Sin embargo, los testamentos no son un cheque en blanco para hacer lo que el firmante quiera. La última voluntad también sabe de restricciones, ya que hay una parte del patrimonio de la cual no se puede privar a los hijos. Es lo que se conoce como la porción legítima, que varios dolores de cabeza ha traído a los profesionales que tratan estos asuntos. Con la otra parte del patrimonio, conocida como "de libre disposición", se puede dar, sacar, y repartir a gusto.

Les presento a mi hijo


En materia de sucesiones, la ley uruguaya es muy estricta. Si bien el testamento cerrado tiene la ventaja de mantener el secreto de la última voluntad, cuando está redactado sin el asesoramiento de alguien que conozca muy bien los vericuetos legales, es muy difícil de hacer cumplir. "He visto herencias que se tramitan bajo un testamento cerrado y sin asesoramiento profesional, y que luego se hacen muy difíciles de llevar a cabo, porque no tienen precisión", dice la escribana Inés Rodríguez, que dirigió el Registro de Testamentos durante diez años.

Un testamento cerrado parece apropiado para una personalidad pública como el ex presidente José Batlle y Ordóñez, ¿pero por qué habría de servirle a una persona común y corriente?

La profesora de Derecho Sucesorio Ema Carozzi arriesga una respuesta: "o bien porque tiene para decir algo en el testamento que no le interesa que se sepa antes, porque esa persona está muy presionada por sus familiares, o porque hay quien tiene serias expectativas de ser designado heredero y no lo va a ser".

El caso más habitual en los juzgados uruguayos es el reconocimiento, vía testamento cerrado, de la existencia de un hijo natural.

Le guste o no a la familia del muerto, hoy la Ley equipara los derechos del hijo natural con los del legítimo. Y ya no es como en el siglo XIX, cuando los hijos naturales de un estanciero fallecido se multiplicaban como hongos para reclamar su tajada.

Hoy, gracias al examen de ADN, los hijos naturales no se pueden inventar. Pero sí pueden ser presentados en sociedad una vez abierto el testamento de papá.

Sorpresas te da la vida

Además de hijos naturales jamás confesados, los testamentos cerrados esconden pequeñas venganzas, burlas y otras sorpesas. Aunque es difícil que a una uruguaya le ocurra lo que a Diane Keaton en la película Baby Boom (film en el que la protagonista heredaba un bebé), los testamentos cerrados pueden dejar con la boca abierta a más de uno.

El testamento de una mujer, de iniciales M.E.R., tenía en ascuas a sus parientes. Al procederse a la lectura del mismo, la sorpresa no fue nada grata. Designaba con nombre y apellido a los herederos de su tapado de visón, las alhajas, dos candelabros de plata, una bandeja peruana, un espejo, el juego de comedor, un jarrón japonés, y 5 mil dólares. Pero otros 70 mil en bonos del tesoro y efectivo se los dejaba al Instituto de Oncología para ser invertidos a criterio de su directora.

Una viuda española, de iniciales M.C.F.B., dejó un testamento permitiendo a un matrimonio amigo habitar su apartamento de la calle 21 de Setiembre mientras vivieran sus dos perros y su gata Julieta.

Hasta entonces, sus tres hijos debían encargarse de alimentar a los gatos y velar por su salud, así como de ponerse al hombro los gastos comunes e impuestos del apartamento que no habitaban. "El uruguayo en general es muy sobrio", reflexiona Carozzi, aclarando que casos como el de esta mujer no se encuentran todos los días.

Sí son frecuentes los herederos que ya tienen pensado en qué van a gastar los billetes que reciban, y se llevan un fiasco cuando escuchan de boca de un abogado que sólo heredarán deudas. Claro que en este caso la herencia se puede repudiar, o abrir la sucesión a beneficio de inventario.

El que jamás repudia una herencia es el Estado Uruguayo. A sus arcas van las bienes de aquellas personas que murieron sin herederos forzosos ni testamento. Ese tipo de herencias, conocidas como Herencias Yacentes, benefician a la Administración Nacional de Educación Pública.

Sin embargo, el Estado no siempre es el último orejón del tarro. Hay quien lo anota primero en su lista de herederos, como el excéntrico magnate argentino Aarón de Anchorena, quien legó al Uruguay buena parte de sus tierras en Colonia, a condición de que el Estado habilitara allí un Parque Nacional abierto al público. En esas 1.400 hectáreas forestadas se levantaba su estupenda casa, hoy residencia presidencial.

Absurdos y errores


No todo el mundo es tan generoso. Hay personas que creen que, aun desde el más allá, pueden gobernar a quienes los sobreviven. Un caso famoso es el de Napoleón Bonaparte, en cuyo testamento no sólo indicaba dónde y cómo quería ser sepultado, sino que le encomendaba tareas a su pequeño hijo.

"Recomiendo a mi hijo que no olvide nunca que nació príncipe francés, y que no consienta ser instrumento de los triunviros que oprimen a los pueblos de Europa. Su obligación es no tomar jamás las armas contra Francia ni causarla el menor perjuicio, debiendo adoptar mi divisa: todo para el pueblo francés"

También Eva Duarte, de cuya muerte viene de cumplirse medio siglo, dio instrucciones precisas sobre lo que quería. Su testamento fue leído en la porteña Plaza de Mayo frente a miles de personas.

"Mientras viva Perón, él podrá hacer lo que quiera de todos mis bienes: venderlos, regalarlos e incluso quemarlos, porque todo en mi vida le pertenece, todo es de él, empezando por mi propia vida que yo le entregué por amor y para siempre, de una manera absoluta.

Pero después de Perón, el único heredero de mis bienes debe ser el pueblo (…) Quisiera que se constituya con todos estos bienes un fondo permanente de ayuda social para los casos de desgracias colectivas que afecten a los pobres y pido que ellos lo acepten como una prueba más de mi cariño.

Deseo que en estos casos, por ejemplo, se entregase a cada familia un subsidio equivalente a los sueldos y salarios de un año, por lo menos". Las hermanas de Evita reclamaron su herencia, asegurando que ésta última voluntad no era fiel a los sentimientos de la célebre difunta, y el caso fue a parar a los Tribunales.

De este lado del Río de la Plata, otros testamentos menos famosos se ventilaron igualmente durante mucho tiempo.
Carozzi recuerda el de una señora que escribió su testamento de puño y letra, sin ningún tipo de asesoramiento.

Cuando lo abrieron, descubrieron que había una cláusula en la que designaba a dos personas para que resolvieran la forma en que debían ser distribuidas sus joyas entre las cuñadas, actuando conforme a los consejos que sobre el tema les había dado en vida. "Eso es nulo. No se puede decir en un testamento que uno dio instrucciones que no están contenidas en el documento", explica la experta.

Otro error habitual es pretender obligar al heredero a legarle los bienes a determinada persona una vez muerto. "Eso también está prohibido, porque no se puede gobernar una sucesión ajena", resume Carozzi.

Quizá esos absurdos estén inspirados en el famoso testamento del argentino Juan Manuel de Rosas, quien desde su exilio en Inglaterra pretendió asegurar el destino de su loro de por vida. "El loro Blagard lo dejo a Máximo, muerto éste a Manuelita, muerta ésta a Manuel Máximo, muerto éste a Rodrigo".

Si de imitar a los famosos se trata, conviene prestar atención a la última voluntad de Orson Welles, el célebre cineasta fallecido en 1985.

Al escribir su testamento, Welles incluyó a su amante, y como sabía que eso iba a generar pleitos con su esposa e hijos, se encargó de agregar una cláusula estableciendo que quién discutiera su decisión perdería lo que le había ocado en suerte. Y a llorar al cuartito.

¿Dónde guardo el testamento?

Cuando alguien hace un testamento cerrado y el escribano autoriza la carátula, el dueño tiene derecho a llevárselo a su casa.

Pero muchos de esos testamentos cerrados, guardados en un sobre de tamaño mediano, se pierden, se queman, se arrugan, se rompen, o quién sabe dónde van a parar. A veces, el propio autor del testamento se olvida que lo firmó hace años, o el escribano que lo custodió se muere sin decir dónde estaba guardado.

Por eso, muchos escribanos y abogados vienen planteando la necesidad de crear un depósito de testamentos para estos casos. Si bien hay un registro donde consta que un profesional intervino en la carátula de un testamento, si éste no aparece, la sucesión se tramita como intestada.

Eventualmente los hijos naturales quedarán sin ser reconocidos, y la familia sin conocer la última voluntad del muerto. Hay que tener cuidado.

 

 

 

 

 

 


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