Dime dónde trabajas

En el mundo, los after office están pensados para alojar y consentir a las tribus de oficinistas. Especialmente a los empleados de las multinacionales y bancos, y a los siempre bienvenidos extranjeros de paso.

En Buenos Aires, la movida tiene su epicentro en los barrios de Retiro, Puerto Madero y el Centro. Establecimientos como el Opera Bay, Museum o el Club Buenos Aires atraen a miles de personas todos los miércoles. A veces hay que hacer largas colas antes de entrar. Los que más se enganchan son jóvenes de veintipico, o treintañeros con ánimo fiestero pero ya hartos de trasnochar. En cualquier caso, se trata de gente con buenos ingresos y ganas de gastarlos sin demasiados miramientos.

En Montevideo, los after office se encuentran en lugares densamente poblados de oficinas, donde abundan los ejecutivos, profesionales y afines. Por ejemplo, Clave 06 (Paraguay esquina Nicaragua) que abre los jueves y los viernes a las cinco y media de la tarde, intenta seducir a la gremial de gerentes de Antel, a los empleados del Bank Boston y el Santander, y a otros oficinistas que andan en la vuelta.

L.O.V.E. inauguró su propuesta after en la frontera entre el Centro y la Ciudad Vieja. Por su lado, Locos por el Fútbol y Lotus están estratégicamente ubicados en las inmediaciones del World Trade Center, y tiran sus anzuelos entre los oficinistas del barrio, Zona América y otras empresas vecinas.

Según sus propietarios, los after están pensados para gente no precisamente noctámbula, que pasa el week end fuera de la ciudad y, por eso mismo, gusta de hacer alguna escapada entre semana. “Esta movida no le saca gente a la noche”, resume claramente Fernández.

“El producto no se dirige sólo a los ejecutivos de primer nivel y presidentes de empresas, como a veces se piensa, sino a toda la gente que trabaja en las oficinas: a las secretarias, los mandos medios, los gerentes”, aclara a su vez Josacho Sasson, representante del Grupo W, que acaba de lanzar su propio after en la zona del Parque Rodó.

“Es imprescindible tener un poco de prolijidad en la vestimenta para no desentonar con el lugar, que tiene su clase y calidad. Es para cierto tipo de gente, sin desmerecer al resto”, apunta por su parte el empresario Rodolfo Crocco, propietario de Clave 06.

A diferencia de lo que ocurre en Buenos Aires, por ahora en Montevideo este fenómeno atrae más hombres que mujeres, y más veteranos que jovenzuelos.

Horas felices

Todos los after ofrecen propuestas diferentes, pero uno de los denominadores comunes es el famoso happy hour, que en general se extienden hasta las diez de la noche y habilita dos tragos al precio de uno.

“Locos empieza a las siete y media de la tarde con distintas propuestas. Hay ciclos de desfiles, trapecistas en vivo, happy hour de bebidas y comidas, degustación de Johnny Mix, videos, música a cargo del dejay Oscar Valdéz, y una ambientación diferente al resto de la semana”, explica la asistente ejecutiva Soledad Izquierdo.

En Lotus, hasta las diez de la noche hay happy hour de Vat 69 y Chandon, y descuentos de un treinta por ciento. En Clave 06, happy hour de whisky, aunque muchos insisten con la cerveza Corona. Sin embargo, también se puede ver caer la tarde con una mini botella de Chandon o con un Cuvée Dom Perignon Vintage 1993. Siempre y cuando uno esté dispuesto a desembolsar 4.850 pesos, claro.

Crocco cuenta que jueves y viernes se reúnen allí entre diez o veinte personas que van a terminar el día, o a ultimar los detalles de algún negocio.

Por ahora, la respuesta a este recién estrenado formato de la noche ha sido tibia. Unos van porque las puertas de sus casas no les abren la entrada al paraíso, otros porque al salir de la oficina sienten una sed superlativa, tienen ganas de descargar la mochila interior, o simplemente quieren ponerse al día con los amigos.

Fernández no cree que el after office ortodoxo vaya a funcionar en Montevideo, por lo que prefiere hablar de “after work”. Y lo explica: “en las grandes ciudades es muy incómodo para la gente volver a su casa después del trabajo. Hay que tomar un subte, un tren, o manejar durante un buen rato y evitar la rush hour, hay embotellamientos. En Montevideo estás a quince minutos de todos lados”.

A nadie le extraña que los ingleses salgan temprano, y que los irlandeses acostumbren a regar su ocio con litros y litros de cerveza a la salida del trabajo. Lo han hecho sus ancestros por generaciones. Es coherente con su idiosincrasia, y hasta con su geografía. Las distancias son largas, los inviernos intensos. Además, a las once y media suena la campana y no se vende más alcohol.

Pero ¿qué tiene que ver esta modalidad con los montevideanos?

Los más optimistas piensan que la movida de los after office va a detonar más avanzada la primavera, cuando las tardes se alargan y las temperaturas invitan a pasar unas horas frente a la cerveza helada.

Precavida, Izquierdo dice que “habrá que ver cómo responden los uruguayos, que son bastante reticentes a las cosas nuevas y les lleva un tiempo adaptarse. Creo que el producto es bastante llamativo y diferente. Esperamos que la gente venga y lo pruebe”.

Como ella, los empresarios de la noche piensan que no hay nada que los expertos en marketing no puedan hacer. Lo mismo opina el empresario radial Berch Rupenián, que en 1995 inauguró Café Concierto, un recinto en la entrada de Punta Carretas Shopping que funcionó hasta el año pasado de modo similar al de los after office y reunió a la flor y nata de los escritorios montevideanos. “Si no tiene una promoción adecuada, el after no marcha, pero si estás las 24 horas metido en eso lo hacés funcionar”.

“La costumbre todavía no existe” –dice por su lado Sassón– “por eso se tiene que generar. No alcanza con abrir los miércoles. Hay que trabajar mucho con el público objetivo y hacer marketing para que termine siendo como en Buenos Aires, donde hay que reservar con mucha anticipación para entrar al after office”.

Como se ve, a veces divertirse da bastante trabajo.


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