Su apellido está íntimamente relacionado a una empresa de
larga tradición en el país. En la ya legendaria librería
Mosca, fundada en 1888 y vendida a una empresa argentina en 1994, está
impresa la historia de su abuelo, su padre, sus tíos y sus 35 primos.
Cristina Mosca, alma mater de Book Shop -un imperio de papel y tinta que
mueve la astronómica suma de un millón y medio de dólares
anuales- ostenta dos laureles: es la única persona apellidada Mosca
que trabaja actualmente con libros, y la única mujer que incursionó
en la empresa durante los 106 varoniles años que estuvo en manos
de la familia.
"Tomo esto con emoción, como un legado, un bastón,
un mensaje relacionado con una historia muy querida de la cual me siento
gratificada y agradecida.
Sobre todo por la importancia que se le dio en mi casa al libro, a la
lectura, y al respeto a los valores que aprendimos leyendo", dice
la directora de Book Shop sin esconder su emoción.
Líder en el mercado nacional de libros en inglés y literatura
infantil, Book Shop abastece a casi 750 centros de enseñanza de
todo el país entre escuelas, jardines de infantes, y otros institutos
de enseñanza. Sólo la casa central -una casona de 700 metros
cuadrados ubicada en José Enrique Rodó y Minas- acuna 50
mil títulos.
Su dominio se completa con un depósito de 600 metros cuadrados
y tres sucursales de menor dimensión: una en Portones Shopping,
otra en Montevideo Shopping Center, y la tercera en Punta Carretas, sobre
la calle Ellauri.
"Vender libros es como comerciar vegetales: se ponen viejos, pierden
vigencia. No puede haber un stock enorme con un movimiento lento. Es muy
difícil llevar adelante una librería sólo por el
gusto al libro, hay que tener una especialización, ser líder,
y saber mantenerse", resume la pujante empresaria, que desde el 2000
lidera también el mercado de venta de textos en portugués.
Negocios
de Familia
Luego de cursar un secretariado bilingüe, y desistir en el intento
de estudiar medicina, Mosca recibió de su padre, Luis Alberto,
la propuesta para trabajar en la empresa familiar.
Una vieja secretaria se desvinculaba de la librería tras muchos
años en función, y Cristina no dudó en hacer sus
primeras armas a su lado. En medio de 16 primos varones, debió
pagar derecho de piso un buen tiempo antes que el clan le diera el visto
bueno a sus proyectos.
Atendía correspondencia en inglés, trataba con proveedores,
y siempre le llamaba la atención que, entre tantos libros, sólo
cuatro modestas pilas fueran textos en el idioma de Shakespeare.
"Reconocí un segmento, y me especialicé en material
de enseñanza de un idioma que hoy es plataforma universal para
estar en el mundo. En 1975 trabajábamos doce títulos de
un solo proveedor e importábamos material para seis colegios
privados.
A los pocos años ya habíamos crecido mucho, y cuando abrimos
Book Shop atendíamos a más de doscientos colegios. Llegamos
a trabajar con más de noventa proveedores de Estados Unidos e
Inglaterra", rememora hoy la empresaria.
En 1982 el negocio creció de manera inusitada a raíz de
la Guerra de las Malvinas. Las editoriales inglesas se vieron imposibilitadas
de enviar material en inglés a la Argentina durante un par de
años, y Mosca comenzó a viajar a Buenos Aires para visitar
colegios.
¿El resultado? Una estrecha relación comercial con 70
de las más prestigiosos instituciones docentes de la capital
porteña (Northlands, St. Andrews, St. Georges, y St. Catherine´s
entre otros), que duró hasta 1990, cuando la rentabilidad se
volvió casi nula a consecuencia de la hiperinflación reinante
del otro lado del Plata.
A lo largo de 27 años, la empresa tuvo un crecimiento ininterrumpido
y ascendente.
"A partir de 1993 tuvimos una rápida expansión en
el Interior. Dedicamos mucho trabajo a visitar el país entero,
y sentimos una respuesta diferente.
También incorporamos mucho material infantil en español,
porque entendimos que quedarnos sólo con textos en inglés
no era saludable.
El texto en inglés trabaja una zafra que va de Marzo a Mayo,
y había que mantener al equipo con ánimo todo el año.
Entonces empezamos a trabajar libros infantiles, material recreativo
para adultos, libros de regalo, e infinidad de artículos que
van desde globos terráqueos a marcadores".
Desde el vamos, Cristina Mosca entendió que para timonear el
barco aún en medio de las tormentas, era imprescindible contar
con las herramientas necesarias.
Se inscribió en un curso de gerenciamiento en la Universidad
Adolfo Ibáñez en Chile, y asistió a otro en Viña
del Mar, de la misma universidad, para aprender a liderar equipos humanos.
Sumó otra gran experiencia en la Universidad de Georgia en marketing
y servicio al cliente, y luego completó su formación en
la Universidad de Montevideo con un programa de alta dirección
de empresas. "Creo firmemente que una empresa no se lidera de forma
autodidacta.
Hay que dedicar mucho tiempo a leer, e ir a seminarios para estar siempre
actualizada. Los cambios nos van a acompañar a pasos acelerados
de aquí en más, y la realidad de la empresa de hoy, será
muy distinta mañana", sentencia Mosca.
El imperio del libro
Moderna y bien iluminada, su oficina se encuentra en la planta alta
de la casa central, dominada por un imponente vitraux y reciclada por
el arquitecto uruguayo radicado en Los Angeles Lucas Ríos.
Su escritorio está repleto de cerámicas, esculturas, y
cuadros que ha ido acumulando en reiterados viajes a México,
Brasil, Venezuela, e Inglaterra.
A los 51 años, y madre de dos adolescentes, Mosca jura que tiene
la misma fuerza y vitalidad que cuando arrancó en 1975, con apenas
24 abriles.
Está convencida que el libro continúa teniendo el protagonismo
y la importancia que en algún momento se temió perdiera
frente a lo audiovisual.
"Esa relación que se establece entre el autor y quien lo
tiene en sus manos es absolutamente personal e intransferible, y produce
gratificaciones en el momento que uno quiera.
El libro siempre está dispuesto a dialogar con uno, a ser el
amigo de uno. Ni una película de cine, ni la televisión
generan un vínculo tan estrecho y enriquecedor.
El libro no tiene sustituto, y después de asistir a tantas ferias
he visto que es uno de los productos del mercado cuya comercialización
crece más", asegura la directora de Book Shop.
¿Y si tuviera que recomendar un libro? Mosca duda en contestar:
"podría ser El Arte de Amar, de Erich Fromm". Ella
lee varios libros a la vez y acumula ejemplares en su mesa de luz. Según
su estado de ánimo, la puede seducir un reciente best seller,
o un libro que leyó hace 15 años.
Cuando no está en su despacho disfruta de practicar ejercicio
y cuidar su salud física y espiritual.
Confiesa que trata de ver pocos informativos porque considera que no
hacen espacio suficiente para las buenas noticias, y cuenta que tomar
decisiones es para ella un ejercicio incorporado similar a subir y bajar
una escalera.
A las mujeres decididas a llevar adelante algún emprendimiento
les recomienda tener bien claros sus objetivos.
Una vez que el desafío está "vitaminado", la
sal y la pimienta de todo proyecto es la confianza y la autoestima.
"Hay que tener un buen equilibrio, y ser buena comunicadora para
seducir a tu equipo, para que los clientes te compren, y los proveedores
crean en ti.
Ser mujer es muy favorable, pero hay que saber usar esa ventaja",
resume la exitosa empresaria.
Aunque Mosca aprecia y valora su independencia económica, asegura
que más importante que el capital es la constancia, la fuerza,
el no doblegarse frente a los obstáculos, y creer en lo que se
va a hacer.
"Cuando visité a los proveedores y les conté el proyecto
de una empresa independiente de mi familia, ellos no miraron el capital
económico. Creyeron en mi idea, y me dieron las mejores condiciones
desde el principio", recuerda.
¿Y cuál ha sido la clave de su éxito? "La
confianza" -no duda en responder Cristina Mosca- "es un valor
imprescindible para todos en estos momentos en que se caen tantos paradigmas.
Puede que se vengan abajo cosas que parecían muy firmes, pero
dentro de uno debe existir una certeza: se puede perder mucho, pero
no nos vamos a perder a nosotros mismos".
|