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Cuando atraviesa las puertas del hotel, cada huésped activa los múltiples engranajes de una gigantesca maquinaria que ya está trabajando para él. Detrás del mundo visible a los ojos del visitante, se abren kilómetros de pasillos que conducen a las entrañas del edificio, donde se conciben y ejecutan las medidas que resultarán en una estancia distendida y placentera. |
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Todo se
inicia con la bienvenida del portero que abre la puerta del auto al
huésped, el valet parking que sube al mismo para estacionarlo
en el garage del hotel, y alguno de los diez botones que lleva el equipaje
a la habitación. En ese recinto, las mullidas almohadas de pluma
de ganso traídas especialmente de Estados Unidos, y las sábanas
compatriotas, esperan impecables sobre las camas de amplias dimensiones. |
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En estas incursiones deberán tener en cuenta los antojos de algunos huéspedes. En un hotel con gran tráfico de apostadores de casino, las cábalas son moneda corriente. ¿Un ejemplo? El viajero que no quiere que le arreglen el cuarto ni abran las cortinas. La habitación debe permanecer absolutamente a oscuras, y eso se consigue únicamente poniendo acolchados sobre los bordes de las cortinas. Otros prefieren que en la mañana se les lleven los enseres para afeitarse al baño de la sala VIP del casino, temiendo que un minuto lejos de las mesas signifique la pérdida de una buena suma. |
El arreglo de las habitaciones se hace un poco más complejo en la suite Conrad, el aposento de dos pisos con biblioteca, comedor, living, terraza y cocina incluida, que cuesta 5 mil dólares la noche. Allí Susana Giménez festejó su primer año de novia con Jorge -Corcho- Rodríguez, en un ambiente emperifollado para la ocasión con velas y cientos de pétalos de rosas amarillas. La diva, encantada con la cortesía del hotel. |
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Dos mil cuatrocientos son los juegos de sábanas, e igual número los de toallas destinados sólo a las habitaciones. Cuatro son las máquinas lavadoras de gran volumen, que en lo que va del año han dejado impecables 700 mil kilos de ropa de cama, toallas y mantelería del hotel, que llega a la lavandería por un ducto que recorre todos los pisos. Semejante cantidad de ropa para lavar requiere cada día de dos bidones de 25 litros de detergente cada uno. Sábanas y manteles se planchan en la calandra, una artefacto compuesto de rodillos que eliminan todo rastro de arruga. Para los uniformes de los empleados, una máquina a vapor que sólo requiere colgar la ropa en una percha, es la solución que envidiará toda ama de casa. |
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Claro está
que hay que mantener impecable la indumentaria de casi mil empleados durante
todo el año, y unos mil quinientos en temporada alta. Adicionalmente, la tintorería del hotel se ocupa de los centenares de disfraces que el propio personal del Conrad concibe para las archifamosas fiestas temáticas. Odaliscas, marqueses, hippies, arrabaleros, rumberas, brujas y romanos -por nombrar sólo algunos- han formado parte de la ambientación de inolvidables saraos que reúnen a selectos invitados o hacen de rimbombantes cierres de congresos. Alcanza con recordar la fiesta del Titanic, con muelle, barco e iceberg incluído, donde los comensales disfrutaron del mismo menú que se sirvió en el comedor de Primera Clase del legendario trasatlántico la noche de su hundimiento. O la fiesta de Las Mil y una Noches centrada en la recreación de un oasis, que requirió 4 mil 500 metros cuadrados de nylon para proteger las alfombras del salón, del césped que se le colocó encima, y de tres camellos que pese a su rebeldía dromedaria se portaron a la altura de las circunstancias. En tanto unas 500 personas se transportaron a la corte del Rey Sol en la fiesta de los Jardines de Versailles, donde tres fuentes de aguas danzantes de 5 mil, 4 mil y 3 mil litros de agua cada una, con peces incluidos, se colocaron entre las hileras de pinos, amén de un lago con cisnes, vivitos y coleando. Todo ésto en los salones de congresos y el enorme foyer de la parte trasera del hotel, bajo techo y entre paredes. Sí señor. |
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Nueve de la mañana. Cafetería y restaurant Las Brisas, en la Planta Baja del hotel. Los huéspedes pasean plato en mano entre las mesas de buffet dispuestos a desayunar como los dioses. Cinco horas antes, un equipo de cocineros empezó su turno de trabajo para dedicarse exclusivamente a la preparación de la mise en place de los 300 desayunos que promedialmente se sirven por día. |
En la otra
punta de la enorme cocina compartimentada por cámaras de frío
y sectores para cada uno de los restaurants, suena el teléfono.
Son los huéspedes que, desde las habitaciones, solicitan el room
service. En este sector, un equipo de 6 a 8 anfitriones (así se
les denomina) colocan sobre las mesas con ruedas las bandejas de los casi
100 desayunos que se suben a las habitaciones. Sin olvidar el detalle
del pequeño florero con alstroemelias conservadas en heladeras
para mantener su fulgor hasta la mañana. Veinticuatro horas ininterrumpidas son las que se trabajan en este restaurant tipo buffet del hotel, a diferencia del Saint Tropez, el comedor estrella del Conrad que deleita sólo en las noches con sus especialidades mediterráneas, y donde es posible dejarse tentar con el plato top del hotel: el lobster (langosta traída desde Maine, Estados Unidos) que cuesta 290 dólares y bien se puede acompañar con un vino de otros 900, o algún otro más económico entre las 76 variedades que descansan en la cava del Conrad. Para los cuatro restaurants del hotel, la brigada de la cocina prepara unos 400 cubiertos por día en un mes de baja temporada y hasta 2 mil en las agitadas jornadas de verano, cuando se suma otro punto gastronómico frente a la piscina. Por las ollas y las cuchillas de los 64 cocineros pasan 250 kilos de langostinos por semana, 200 de langostas al mes, unas 30 toneladas de carne y otras 24 de pescado por año. Semanalmente se procesan otros doscientos cincuenta kilos de papas, 20 de lechugas, 800 de naranjas, 100 de manzanas y 120 de bananas; 25 kilos de muzzarella búfala y mil 500 litros de yogurt de frutilla, que terminan en alguno de los 120 platos o cien postres a disposición del huésped, que vale aclarar, no es el único destinatario de estos manjares. |
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A
la fila de comensales deben sumarse los clientes que contratan el servicio
de catering del hotel, navegantes que compran las canastas para sus barcos
amarrados en el puerto de Punta del Este, jugadores VIP del casino que
cuentan con un buffet permanente junto a las mesas de ruleta, y las almas
desestresadas del spa que, entre masaje y jacuzzi, alimentan el cuerpo
con manjares light. |
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Ni que decirlo,
tras todo gran cocinero, hay un gran lavaplatos. Si la máxima no
existe, debería inventarse al observar el trabajo implacable de
estos guardianes de la limpieza, que devuelven el brillo a los seis mil
platos, dos mil cubiertos, e infinitas copas de 18 variedades (vino, champagne,
agua, refresco, licor, etcétera, etcétera) que conforman
la loza del Conrad . Sin embargo, el mayor movimiento de platos y tenedores tiene lugar fuera del alcance de todo huésped o cliente. El restaurant que más gente convoca en toda la Península está ubicado en el laberinto de corredores ocultos del hotel. Sabores y Matices es el comedor donde los empleados del Conrad desayunan, almuerzan, meriendan y cenan. Sin cargo alguno, obvio. Allí se sirven casi 3 mil platos al día, en un ambiente distendido que suma televisión, equipo de música, cabina telefónica english style, y sala de fumadores. El acceso no está limitado en cantidad de veces y más de uno se da una vueltita cada tanto para saborear alguno de los mil 800 bizcochos diarios que la pastelería del hotel elabora especialmente para sus empleados. Así da gusto. |
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Ochenta
son los guardias de seguridad que permanecen apostados en las áreas
públicas del hotel. Hombres y mujeres jóvenes atentos
a todos los movimientos y en conexión con un centro de vigilancia
que monitorea las cámaras distribuidas por todo el edificio.
Igualmente conectadas, pero a una central, permanecen las ocho telefonistas.
"Gracias por llamar a Conrad. ¿En qué puedo servirle?".
La frase se repite unas mil 500 veces durante las 24 horas del día
y se duplica en las ajetreadas jornadas estivales. |
Es que además
de recibir las comunicaciones desde el exterior del hotel, estas paladinas
de las comunicaciones conectan las áreas internas y ofician de
servicio despertador. Y si bien los teléfonos de las habitaciones
tienen especificado un número directo para cada servicio, no faltan
quienes piden la tabla de planchar o las pantuflas a las telefonistas
que, por supuesto, hacen todo lo posible para derivar los pedidos en tiempo
y forma. Como la conserjería, que se ocupa de requerimientos varios (medicamentos, reservas, etcétera) y satisface las necesidades de transporte. Son muchos los pasajeros, especialmente brasileños, que piden que se los lleve y traiga al Punta Shopping o a un restaurant de la Península en alguno de los cuatro autos, dos limusinas (preferidas por los jugadores VIP), y un par de camionetas que conforman la flota del hotel. |
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Y aunque el trato es impecable para todos, se rumorea la existencia de unos 200 mimados, básicamente grandes jugadores del casino, cuyas exigencias son mayores a las de un huésped promedio. En la mayoría de los casos son invitados por el propio hotel.En verano, cuando la ocupación llega al 100 por ciento (unos 500 viajeros) el desfile de personas frente al mostrador de la conserjería y recepción es incesante. Pero el mayor desafío es disponer de una alta ocupación durante todo el año. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, dicen. |
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Pues bien.
Punta del Este no es un destino turístico internacional con gran
afluencia de vuelos, por lo tanto Conrad procura disponer de la capacidad
aérea necesaria para que los huéspedes lleguen hasta el
hotel. Especialmente aquellos interesados en gastar unos dólares
en el casino. Es así como a través de la oficina Conrad Escapes, que oficia de agencia de viajes, cada semana el hotel compra a Pluna cien lugares de ida y vuelta a la Argentina, cifra que sube al doble durante los fines de semana largos de la vecina orilla. Se usen o no, Conrad paga esos pasajes a la aerolínea para asegurarse que contará con las plazas necesarias. Es gracias a convenios como éstos, que funciona el vuelo diario Punta del Este-Buenos Aires. De Brasil, los jugadores llegan principalmente desde Río de Janeiro, San Pablo, Porto Alegre y Curitiba. Para ellos también se bloquean plazas aéreas en Varig e incluso se disponen charters para facilitar las conexiones y evitar la tensión de largas esperas al pasajero. Son 20 mil los huéspedes argentinos y más de 10 mil los brasileños que cada año llegan al Conrad a través de este medio. |
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Pero no alcanza con facilitarles la llegada. La oferta debe ser atractiva, y para eso se tienden otro anzuelos. Los congresos son una fuente inagotable de clientes en otoño y primavera. Durante la temporada baja, estas instancias corporativas que se concretan a través del Departamento de Ventas atraen enormes contingentes de visitantes, para los cuales el hotel genera además actividades extras que terminan moviendo a todo Punta del Este. Torneos de golf, visitas a chacras marítimas y hasta clases de cocina pueden extender un congreso de dos días a una estadía de cuatro o más jornadas en el hotel. |
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Para los
fines de semana, el Conrad organiza torneos en el casino, grandes fiestas
y/o presentaciones de artistas de renombre internacional. Celia Cruz,
Ricardo Arjona, Gloria Gaynor, Azúcar Moreno, Natalia Oreiro,
Raphel, Christopher Cross, As Meninas, Julio Iglesias, Néstor
Fabián y Violeta Rivas, Ruben Rada, y Adriana Varela, son sólo
algunos de los nombres que han pasado por el escenario de la Mansa.
Los artistas brasileños se presentan cuando está prevista
una alta afluencia de huéspedes de ese país. La experiencia
ha demostrado al personal de marketing que los norteños difícilmente
se sientan atraídos por shows de artistas extranjeros. Tres de
la mañana. Hall del Hotel. Dos limpiadoras se mueven sigilosa
y rápidamente entre los mullidos sillones y las opulentas mesas
ratonas para devolver el brillo a los pisos de mármol. En los
65 mil metros cuadrados que forman parte de las áreas públicas
del edificio, una cuadrilla de 45 a 53 personas (dependiendo de la época
del año) saca lustre a los pisos con 140 litros de cera por mes,
y mantiene las áreas moqueteadas con 50 litros de desincrustrantes. La marca
Conrad forma parte de la línea estrella de la cadena estadounidense
Hilton y el de Punta del Este es el único de esta empresa hotelera
que cuenta con casino en América Latina. |
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