La
causalidad forma parte de esta entrevista. En el mes de Octubre pasado
leí un artículo acerca de Martin Amis, en el cual él
recomendaba dos novelas inglesas actuales: English Passengers y White
Cheese, de Zoe Smith. Me pregunté si lo de Smith tendría
algo que ver con su obsesión dental, al igual que le sucedía
a James Joyce, que además es uno de sus grandes autores preferidos,
seguido por Saul Bellow, Nabokov, y Milton, quien tuvo una cierta influencia
en sus obras.
Toda Inglaterra comentó en su momento cómo era posible que
Martin Amis hubiera invertido la fortuna que ganó con sus varios
libros, en el arreglo de su estética bucal. Tampoco la prensa y
el público en general le perdonó el haber tenido una infancia
feliz, en la cual por ejemplo iba a veranear a Mallorca, y pasaba tardes
enteras conversando con Robert Graves.
Martin Amis nos recibió con su actual mujer, Isabel Fonseca, su
tercera esposa, y sus dos hijas de 9 y 7 años, Clio y Fernanda,
en una casa que alquila en José Ignacio, amarilla, con una construcción
que deja espacios abiertos por donde se ven juguetes en desorden, toallas
secándose al sol, bicicletas de color ciclamen, y baldes de playa.
Una casa con la estética distendida, como la mayoría de
las de ese balneario, del cual, dice él: "me encanta, me da
paz, salvo" -remarca- "cuando la música de los jóvenes
nos taladra los tímpanos. La paz de este lugar deben salvaguardarla,
no deshagan esta escenografía, porque es única".
Mientras el fotógrafo hacía su trabajo, lo observé.
Amis adopta poses premeditadas, gestos que obviamente ha practicado en
varias oportunidades. Cuando fotografía para el mundo, coloca una
mirada agresiva en sus ojos azules y una actitud de "yo soy Martin
Amis, soy así, y ya está".
Isabel Fonseca, cómoda consigo misma, natural, descalza, en bermudas
y con una t-shirt de algodón, me preguntó "¿qué
quiere tomar?", le contesté: "cerveza". Intercambiamos
dos palabras acerca de su padre, Salo Fonseca. "No se imagina cómo
lo extraño", dijo Isabel, "me hace mal extrañarlo
tanto". Fonseca -uno de los grandes valores de la plástica
uruguaya- murió en la costa italiana hace algunos años.
Las dos niñas cantan. Cuando les pregunté cuáles
son los nursery rhymes -las canciones antiguas inglesas- que más
les gustan, Clio me miró y se rió y empezó a cantar
con nueva letra, al mejor estilo de Los Beatles, y me miraba con la misma
mirada desafiante de su padre, como diciendo "yo también soy
así".
Una mesa de madera rústica, pero fina, dos botellas de cerveza,
cigarrillos, ceniceros, y un Martin Amis no muy alto con una expresión
agradablemente expectante en su cara. Sentí que pensaba: "cómo
va a resultar la conversación con ésta señora aburrida?,
¿qué sabe de mí?". Entonces me pregunta: "¿tiene
muchos presentimientos?, ¿es algo intuitiva? ¿o es algo
bruja?" Y se ríe, y al reírse se afloja, está
cómodo, perdió el apuro de salir de un compromiso.
Prendo mi grabador y le digo:
-Espero que esto no fracase, porque sé que el fracaso y el éxito
son temas que le preocupan
-Efectivamente. Porque es mucho más interesante el fracaso que
el éxito. El éxito y el fracaso son ficciones. Cuando se
tiene éxito es una historia repetitiva, sin mayores alternativas.
Por el contrario el fracaso es interesante, es rico, es formativo, porque
hace que uno repiense y reevalúe todo. Creo que todo fortalece
o a veces no, a veces muestra un punto débil.
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Martin
Amis tiene tres hijos, de dos matrimonios previos, con dos norteamericanas,
una oriunda de Martha´s Vineyard y la otra de Long Island.
De esos dos matrimonios nació su hija mayor que tiene actualmente
26 años, y sobre la que dice "ya está, no me
preocupa", y dos varones. "Mis puntos débiles son
mis dos hijos, los de 15 y 17. Después que yo estoy acá
un largo tiempo me empiezan a preocupar y sé que me extrañan.
Siento que debería estar con ellos. Es lo único que
me molesta de quedarme en este extraordinario lugar". Y yo
le digo: "quizás le venga bien permanecer un poco alejado
de un nombre tan famoso como el suyo, con tanta personalidad. No
es fácil vivir a la sombra de un hombre o una mujer con tanta
fama y tanta fuerza". |
-Hablemos
ahora de la relación con su padre. Es atípico que padre
e hijo sean ambos escritores famosos. Usted siempre se refiere a él
con un gran respeto, un gran amor, pero viendo esa relación desde
afuera, me pregunto si su padre le quería tanto a usted. Quizás
no sea una pregunta demasiado educada, ya que no es común que
se den dos generaciones tan famosas, pero me pregunto si a su padre
le gustó, porque en algún momento comentó que no
podía llegar a terminar de leer sus libros.
-Los menores debemos respetar a los mayores. Los mayores nos pueden
llegar a sentir a veces como rivales. Recuerdo que estábamos
juntos en un programa de televisión, y cuando se dirigieron a
mí, su mirada era la de un hombre irritado. Pero conseguía
reírse cuando alguien le preguntaba: ¿cómo se siente
usted al tener un hijo tan famoso, quizás más famoso que
usted? Esa historia trascendió mucho a nivel de prensa, de comentarios,
los medios la utilizaron enormemente, pero mi padre tenía un
buen sentido del humor, referido a todo, o a casi todo.
-Algunas personas muestran un buen humor para esconder temas que tienen
muy guardados en un subconsciente
-Pero llegamos a ser buenos amigos. Podíamos conversar. Llegó
a decirme: "usted sabe que usted y yo somos dos novelistas bastante
buenos, muy buenos". Siempre acompañando ese tipo de comentario
con una risa a veces sarcástica o real, o inusual, o extraña.
Lo que sucede normalmente es que el joven escribe un libro o dos para
emular a su padre y después todo queda simplemente en eso. Nuestro
caso es atípico, pero yo sabía, que yo, Martin Amis, iba
a ser un escritor toda la vida.
-Un escritor a quien nunca se le perdonó haber tenido una infancia
feliz. La idea es que los escritores deben tener infancias por lo menos
desgarradoras, o tristes, o problemáticas.
-Muchos escritores se jactan de tener problemas no resueltos con sus
padres.
-Es sabido que usted vivió la crisis de la edad media muy fuertemente.
-Sí, la viví en los comienzos de mis cuarenta años.
-¿Cómo le afectó? ¿le cambió sus
valores?
-Fue una cierta reacción histérica frente al saber que
uno se va a morir, una evaporación final.
-¿Y ahora cómo está?
-Calmo.
-¿Usted cree en Dios?
-Creo que es un tema de soberbia decir soy ateo, porque no tengo la
sabiduría total para ser ateo. En este momento soy agnóstico.
Cuando más uno lee acerca del cosmos, hace más claro todavía
que todo es complicado para nosotros los humanos.
-Creo que el cerebro humano no está programado para entender
la verdad última.
-La naturaleza es grandiosa. Algo tiene que haber detrás de ella.
Pero el cosmos es extraordinario, más que las religiones, por
eso creo que es una locura ser ateo.
-Usted ha hablado mucho acerca del inconsciente
-A medida que pasa el tiempo, como escritor, uno se da cuenta que el
subconsciente es el que hace todo el trabajo. Usted puede estar tomando
un gin tonic y su inconsciente está trabajando.
-¿Y la mente, eso tan terrible?
-La mente tiene que trabajar en combinación con el subconsciente.
-¿Usted puede manejar a su mente?
-El escribir es más físico que psíquico.
-¿Usted piensa que es más físico que el subconsciente
y la mente? ¿realmente lo piensa?
-No, pero creo que es mucho más físico. Uno está
constantemente escuchando su cuerpo. Uno quiere escribir, pero al mismo
tiempo no puede, y hay un momento en que empieza a escribir, ¿por
qué? Porque se estaba cocinando eso en el subconsciente y uno
aprende a reconocerlo. Cuando se es joven, se lucha. Ahora espero a
que aparezca. Ahora sé esperar el momento en que tengo que empezar
a escribir. Si yo tengo esas ganas de escribir, lo hago.
-Yo creo en la causalidad. Creo que hay una predestinación
-Yo lo llamo destino.
-¿Hay poco libre albedrío?
-Hay predeterminación. A veces lo sé, a veces no lo sé.
-¿Puede imaginarse no estando?, ¿no siendo?
-Lo que no me gusta es la transición. Lo otro ya no me molesta.
A mi padre sí, lo aterraba.
-¿Usted puede imaginar que no está más acá?
¿puede pensar en cuánto tiempo vivirán sus libros?
-Esa es la gran pregunta. No es un tema de cuántos años,
sino de cuántos lectores, si se tendrán esos lectores
y por cuánto tiempo. La cuestión es el aviso funerario,
y uno no está acá para enterarse de lo que dice. A mi
padre le preocupaba enormemente la posteridad, le preocupaba mucho.
-Dentro de cada escritor, -usted lo ha afirmado en Londres-, hay tres
personajes. El lector inocente, el hombre común, y el hombre
de letras. ¿Cómo define usted al lector inocente?, por
falta de cultura, por simpleza?
-La simpleza no es lo mismo que el hecho de ser naif. Yo lo definiría
como falta de sofisticación en algún nivel.
-¿Como creer en Santa Claus?
-Quizás sí, la palabra más ajustada sea infantil,
una inocencia infantil, como si nunca hubiera visto el mundo antes.
-¿Y el corriente?
-Es el personaje universal.
-¿Y el tercero, el hombre de letras?
-No hace falta una definición. Es el hombre que ha leído
mucho, que tiene una gran cultura y sobre todo una gran percepción
de lo que es cultura. Volviendo a Joyce, él describe cosas que
nunca fueron descritas antes en la literatura. Problemas de toilette,
de la relación del hombre con sus acciones más primitivas,
la sexualidad, cosas pequeñas, cosas impensables hasta ese momento
en un escritor. En cambio por ejemplo en Finnegans Way no hay figuras
universales. En Dubliners, hay algunas personas en el caso de un joven
artista, pero Joyce es un caso tan excepcional que rompe todas las reglas,
por eso ha influido tanto en la literatura mundial, incluidos los norteamericanos
por supuesto.
-¿Usted lee a Borges?
-Leo mucho a Borges, me interesa, es un gran escritor. Lo que la gente
no capta a veces de Borges es que es un escritor muy divertido. ¿Usted
sabe que él tiene un gran parecido con Kafka?.
-Kafka era un hombre mucho más torturado que Borges
-Pero también era un escritor con sentido del humor. La gente
lo considera oscuro, gris, tremendamente dramático, pero tiene
humor.
-Usted sabe que una noche, en una comida en Punta del Este, Borges habló
acerca del valor de la letra A durante más de una hora
-El Aleph
-Y Borges a quien conocía bastante, me dijo, "¿ sabes
algo mi querida amiga, yo soy más rico que el común de
los mortales, porque tengo dos mundos, el que no veo, pero lo imagino,
y el que recuerdo?"
-Borges tampoco es fácil para el lector inocente, pero es más
fácil leer a Borges que a Joyce. Es una prosa que le gusta más
al lector.
-¿Por qué admira tanto a Nabokov? Ha llegado a hacer algunas
comparaciones de su prosa con la de Joyce
-Porque tiene una prosa excelente. Con mi amigo el poeta Rainy, hacíamos
listas de obras de literatura y les poníamos tilde a las que
más nos gustaban. Por ejemplo a la de Joyce le poníamos
diez, y a la de Nabokov le poníamos seis.
-¿Y qué me puede decir de Saul Bellow?
-Bellow y Nabokov son muy distintos pero ambos son extraordinarios escritores.
Bellow es un hombre de libros. Nabokov es un escritor de gente, de vida,
de qué se trata la vida. Nabokov baila en sus libros, levanta
sus pies. Bellow se afirma sobre la tierra. Pesan mucho si se los pone
en una balanza, pesan prácticamente lo mismo, pero Nabokov es
más juguetón.
-Ya le dije que por su culpa tengo a English Passengers y White Teeths
en mi mesa de luz. ¿De qué otros escritores contemporáneos
me puede hablar?
-(Se ríe, y no contesta).
-Usted acaba de publicar un libro de ensayos que se comenta que no va
a ser tan popular ...
-Tal vez. Pero estoy leyendo a Dillon, es italoamericano, vive en New
York. Es un espléndido escritor posmoderno, y por supuesto, a
Naipol, el Premio Nobel, que me interesa cada vez más. Mis contemporáneos
son difíciles de juzgar (ríe otra vez) los juzgará
la posteridad. Y los que ganen en ese juego quedarán como referentes
en la Humanidad, mientras ésta dure.
-¿Y usted por qué escribe?
-Escribo para mí, y porque no puedo pensar en mi vida sin escribir,
y además le gusta escribir lo que me gustaría leer.
Martin
Amis nos sirve un nuevo vaso de cerveza. Presiento que está analizando
las contestaciones que me dio y previendo las preguntas que va a recibir.
-¿Cómo llegó a José Ignacio?
-Porque mi mujer, Isabel Fonseca, me dijo que teníamos que venir
una vez a Uruguay.
-Se ve que se lleva muy bien con su mujer, es notorio. Tienen entre
ustedes un contacto visual muy interesante
-Así es. Isabel un día me dijo: ¿vamos? Y vinimos.
Fue un gran alivio. Mi hermano murió en Noviembre pasado, muy
joven, mi padre también murió. Fue una sucesión
de lo que yo llamo fracasos físicos: mi hermano, mi padre. Tuve,
como usted comprenderá, razones fuertes para estar en este lado.
Otro invierno gris con chicos que tosen, otro invierno gris no, sería
una pesadilla. Mi mujer tiene 37 primos en este país. Es una
familia especial, muy unida, nos esperan en el aeropuerto con una calidez
fuera de lo común. La buena comunicación en este país
es muy especial.
-Usted escribió un libro sobre Stalin. ¿Por qué?
-Mi padre fue comunista durante quince años, del 41 al 56. No
tenía ninguna explicación racional. Fíjese que
su madre fue a Moscú al poco tiempo del asesinato de Trosky y
la condecoraron con la orden de Lenin. Muy irónico (se ríe
discretamente).
-¿Y su relación con Israel? Usted dijo que es un país
rodeado de enemigos.
-Sí, pero la base de todo eso es la economía y la actitud
de Israel es de autodefensa. Diplomáticamente creo que son un
desastre. Son grandes jardineros.
-Pero el nacimiento de Israel en ese lugar tengo entendido tiene un
origen bastante inglés. ¿Qué le parece Tony Blair?
-Es una persona que me gusta.
-¿Por qué cree usted que fue tan estridente Blair en su
reacción contra Bin Laden?
-(Me mira, piensa, pero no me contesta).
-¿Usted piensa que la marihuana debe ser legalizada?
-Sí, absolutamente.
-¿Qué le pareció la forma en que manejó
el tema el Príncipe Carlos con su hijo Harry, luego de que lo
descubrieron fumando?
-Pienso que quizás estuvo bien, pero a los adolescentes hay que
explicarles cuáles son las fronteras entre la marihuana y las
drogas pesadas. A los adolescentes hay que explicarles muchas cosas,
hay que comunicarse con ellos. La comunicación a veces es difícil
para los mayores.
-¿Qué está escribiendo ahora?
-Una novela que he adelantado mucho en estas cinco semanas en José
Ignacio, en este maravilloso lugar.
-¿Lo encuentra comparable con algún otro lugar del mundo
que usted conozca?
-(Después de pensar un rato) Es un lugar de gran paz, y esa paz
tienen que defenderla.
La conversación
siguió por un largo rato más, en el que hablamos por ejemplo
de la relación entre el crítico y el escritor y lo interesante
que pueden ser escritores que además son críticos, hablamos
acerca de las ilusiones que el mundo estaba perdiendo, pero no con un
espíritu negativo, sino con cierto realismo romántico.
Hablamos de la incidencia que había tenido en su vida el sonido
de las teclas de la máquina de escribir de su padre, de cómo
eran las seis horas durante las cuales escribía en su casa en
Londres, donde tiene en un lugar de privilegio, una chapa de auto de
Montevideo.
Nos despedimos con la certeza de que nos encontraremos otra vez. Le
pregunté si creía necesario que le envíe la entrevista
antes de su publicación. Se sonrió y dijo "le tengo
confianza, no sé si tengo razón en tenerla o no, pero
la tengo". Y agregó una cosa muy agradable: que una entrevista
puede convertirse -claro, no siempre- en el detonante de una buena amistad.
Bibliografía y otros cuentos
Martin
Amis nació en 1949 y estudió en Oxford. Su primer
libro, El Libro de Raquel, ganó en 1963 el Premio Somerset
Maugham. Otros libros que han contado con éxito de crítica
y de público: Dinero, Campos de Londres, La Flecha del
tiempo, La Información, Tren Nocturno, La Guerra contra
el cliché, Experiencia, y ensayos como Visitando a Mrs.
Nabokov, El Mundo de Jane (sobre la autora Jane Austen), entre
otros.
En el libro Experiencia causó revuelos en Londres. En la
tapa de la publicación, la fotografía de un chico
de ocho años más o menos, con un cigarrillo colgado
en su boca, provocó un escándalo con voces que pedían
a gritos eliminar los posters del subterráneo de la ciudad.
En ese libro describe la relación con el gran escritor
inglés Kingsley Amis, su padre. Sobre esta obra dijo en
Londres: "escribir biografías es una profesión
de muy baja categoría. Es muy bajo ser biógrafo,
por eso he escrito mi biografía, para adelantarme".
Su círculo de amigos incluye nombres tan famosos con él
mismo: Don DeLilo, Salman Rushdie, Christopher Hitchens, Thomas
Pynchon, Ian Mc Ewan, Robert Graves, John Travolta y Phillipe
Larkin.
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