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De
acuerdo a su curriculum, usted está muy cerca de cumplir los cuarenta.
¿Cómo piensa superar ese trance que altera a tantas mujeres? -Yo nunca tuve mucho rollo con la edad, siempre dije la que tenía. Pero reconozco que el tema de los cuarenta no me gusta demasiado. Pienso plantarme en treinta y nueve y seguir festejándolos todos los años. -¿Hay una edad ideal para la mujer? -Para todo el mundo, no sólo para las mujeres. Cuando uno es más joven cree que tener cuarenta o cincuenta años debe ser un pelotazo, pero si uno está bien física y mentalmente, los años te dan muchas cosas. La búsqueda de la juventud es algo estresante. A mí me gusta ser grande, no quisiera volver a los veinte años. En cuanto a las mujeres, a medida que crecemos sabemos mejor quiénes somos, tenemos una conciencia más acabada de nuestro cuerpo, y eso para nosotras es muy importante. Aunque se te caigan el culo y las tetas, o tengas más celulitis, creo que igualmente tenemos una mejor relación con el cuerpo y una mejor sexualidad que a los veinte. Como mina, hay algo que te lo da la calle y los años. -¡Como todas las chicas! Por suerte me enamoré de mi padre y no de mi madre, de lo contrario en lugar de estar con Daniel estaría con una señorita... -Ya que bromea con eso, en la biografía ilustrada que acompaña esta entrevista usted dice que Daniel Kon apareció en su vida cuando estaba a punto de hacerse lesbiana. ¿Es en broma o es en serio? -Hay gente a la cual le irá y gente a la cual no, pero yo creo que la bisexualidad es una opción totalmente válida. Lo importante es encontrar a la persona de tu vida, a tu verdadero compañero. Si lograste dar con esa persona, no preguntes mucho más. -Volvamos entonces a su padre. Si su familia la educó para otra cosa, ¿cómo salió tan desfachatada? -En realidad no me educaron mucho, no se ocuparon muy puntualmente de mí porque soy la sexta de siete hermanos. En las familias numerosas, los hijos más chicos tienen una libertad que no tuvieron sus hermanos mayores. ¿Sabe por qué? Porque uno agarra a los padres cansados. No es porque estén más modernos, ni hayan aprendido nada nuevo. ¡Es porque están haaaaaaartos! Por otra parte, mi viejo no era un tipo tan facho. Yo tengo un par de hermanos que son iguales o peores que yo. Nos dejó ser a cada uno lo que éramos. No le salieron todos iguales, todos abogados o economistas liberales y de derecha. Más de uno votamos a la izquierda. Me parece que eso habla bien de él. -También se la ha escuchado decir que usted había sido una hija muy complicada, y que no le gustaría ser como su madre. ¿Por qué? -Fui muy rebelde, muy sensible, hice muchos desastres. Ahora que soy madre de adolescentes, me doy cuenta que mis hijos son una perla. Si yo tuviera una hija como fui yo, no sé qué hago. Creo que la mato. Yo di bastantes dolores de cabeza. Y en cuanto al parecido con mi madre, no quisiera hablar mal de ella, pero me parece que es una persona insatisfecha, siempre le falta algo y le cuesta muchísimo ser feliz. Yo he construido una vida con muchas cosas lindas para disfrutar y quiero ser feliz, no quiero desear siempre lo que no tengo. -Ahora que ya es una profesional consagrada y que va por la quinta entrega de sus Mujeres Alteradas, que se leen con éxito en varios países, ¿qué sobrevive en usted del espíritu underground de sus inicios? -Lo que se ha muerto es aquella cosa combativa y rebelde. Ya no me peleo con la gente, no me interesa. Soy más tolerante, menos fascista. Antes pensaba que los que vivían de una manera diferente a la mía estaban equivocados y eran unos boludos. Ahora pienso que está muy bien. Cada uno hace lo que puede con su vida. Lo que se mantiene muy vivo es cierto escepticismo ante muchas cosas. No encuentro la forma elegante de decirlo, y tal vez no sea el lenguaje para Paula, pero a mí, me chupa un huevo. No me la creo, no creo mucho en nada. No soy una persona exitosa, una consagrada. Vivo con mucha felicidad todo lo que me pasa profesionalmente, pero no es eso lo que me sostiene, no es lo más importante de mi vida. En eso soy igual que a los veinte, a los quince y a los ocho. Me siguen importando los afectos, las emociones, los sentimientos. CONTIGO
APRENDÍ -Hablemos de ese mundo, entonces. Habida cuenta de su experiencia, ¿usted diría que el matrimonio es una institución en auge o en decadencia? -A mí la palabra matrimonio me produce fobia, ¡y el matrimonio también! Yo no estoy casada con Daniel, llevamos ocho años juntos y me ha ofrecido matrimonio varias veces, pero la verdad es que no me quiero casar. Me parece que trae mala suerte, es un contrato poco romántico. Me parece mucho más romántico pasar juntos toda la vida y, tal vez, casarnos a los ochenta. -Entonces cree en la pareja estable y en la familia... -Si, sólo que la institución familiar ha cambiado mucho en este tiempo. Ahora uno elige más, no se queda sólo con la familia que le toca. A veces la familia son los amigos. También hay mucha gente separada y vuelta a casar, hermanos con medios hermanos, padres que no viven juntos. ¿Quién es hoy mi cuñado? ¡Ya cambió diecisiete veces! Así son las familias de ahora. -Le preguntaba por la familia porque si uno lee sus historias todas juntas, suena como si la vida doméstica y la convivencia fueran una pesadilla... -Bueno, para hacer un humor hay que agarrarse de las pesadillas, los quiebres, las rupturas, las palizas. De lo contrario no hay de qué reírse. Uno no se ríe del tipo que escala una montaña, se ríe del que tropieza en la calle. Yo me río de lo que me hace llorar, esa es la base de mi humor. Soy la menos indicada para creer que la convivencia es una pesadilla, porque soy una persona a la que no le gusta vivir sola. Creo que es mejor estar sola que mal acompañada, pero he llegado a elegir estar mal acompañada. Tengo una dificultad importante para estar sola, que debe estar asociada al hecho de tener seis hermanos. Me gusta vivir con alguien, salir a tomar una cerveza con alguien, ir a ver una película con alguien. Me gusta la vida en pareja, y ciertamente no me parece una pesadilla. -Sé que está harta de que la traten de socióloga, así que con las disculpas del caso, va esta pregunta. ¿Qué quieren las mujeres de los hombres? -Que se entreguen. Las mujeres ya no buscamos un marido, buscamos un hombre, alguien que nos vea y nos acepte como somos, que se enamore de vos con lo bueno y con lo malo, que no pretenda la esposa perfecta. -¿Y qué buscan los hombres en las mujeres? -Creo que en el fondo todos buscamos lo mismo. Al principio del camino, los hombres pueden equivocarse un poco, pero a la larga llegan al mismo punto que nosotras, a aquello que tiene que ver con el amor y el afecto, con descubrir a una persona que te haga feliz y te devuelva una buena imagen de vos mismo. Claro que hay hombres que siguen necesitando un trofeo al lado, otros que no soportan una mujer inteligente... -Y en lo personal, ¿qué valora usted más en un hombre? -Varias cosas: la inteligencia, el sentido del humor, la generosidad. No me engancha lo físico. A mí los tipos me gustan divertidos, sensibles y buena gente. Si son petisos, pelados, con barriga o sin barriga, da lo mismo. ¡Los prefiero guapos, qué vivo! Pero cuando una se enamora, hasta alguien que no es lindo le parece lindo. Creo que también a los tipos les interesa menos de lo que las mujeres piensan si se te cayó el culo, si tenés celulitis, si estás depilada...
DIALEMAS
FEMENINOS -La depilación parece ser una obsesión en sus historias... -¡Es una pesadilla! Quiero verlo si tuviera que depilarse los pelos de las piernas tres veces por semana. Cuando los tipos tienen vacaciones lo primero que hacen es dejarse la barba. ¿No es horrible tener que afeitarse todos los días? Imagínese lo mismo, pero en las piernas. Es todo un tema... -¿Cuáles son las obligaciones femeninas más torturantes? -Bueno, obligaciones no hay, porque si una no quiere teñirse el pelo, no se lo tiñe. Pero los pelos de las piernas...a mí no me gustan. -¿Y cuál es el rito femenino más placentero? -Debe ser parir. En plan más superficial, maquillarse es muy lindo. No me gusta salir a la calle con los labios pintados, pero me gusta mucho el acto de pintarme los labios. Es algo muy femenino, casi fetichista.
-¿Cuáles son las cosas que los hombres no entienden de las mujeres? -Muchas, pero a mí me molesta reivindicar el misterio femenino y decir que las mujeres somos unas incomprendidas. Ojalá mi trabajo sirviera para desmitificar muchas cosas y contribuir a una mejor comunicación entre hombres y mujeres. El hombre no debe tener tanto miedo de ese ser supuestamente misterioso que nunca se sabe cómo va a reaccionar. No es necesario entender a las mujeres. Hay que hacerlas felices, nada más. -¡Menuda tarea! ¿Y qué le cuesta a usted entender de los hombres? ¿Qué tics masculinos la desvelan? -A esta altura de la vida, ya entiendo casi todo. Los hombres son diferentes, están educados de otra manera. Para empezar, no tienen ninguna dificultad para separar el sexo del amor... -¿Las mujeres de hoy en día no? -Algunas sí, pero supongo que eso les deja un vacío muy grande. Las mujeres nos enamoramos, no nos divertimos así nomás. Cuando los hombres son infieles, y dicen amar a su mujer y por otro lado se acuestan con cualquier minita, yo les creo. ¡Aman a su mujer! No se comprometen afectivamente con la minita, pero lamento mucho que no puedan divertirse con sus mujeres como con la minita. -¿Cuál es el mejor chiste machista que conoce? -A ver este: ¿por qué las mujeres fingen el orgasmo? Porque creen que a los hombres les importa. -Siguiendo en tren de bromas, ¿cómo deberían pertrecharse las mujeres contra la dictadura del fútbol que se impondrá en pocos meses con el Mundial de Japón?
URUGUAYOS
ANTI-ESTÉTICOS -Usted se define como una mujer romántica. Para ponerlo en términos de historietas y citar a su maestro Quino, ¿de quién está más cerca Maitena? ¿De Mafalda o de Susanita? -De Mafalda, por la veta intelectual y el corazoncito tierno. Susanita tiene el corazoncito tierno para su marido y sus hijitos. No quiere que los pobres salgan en la foto. No es buena gente. Pero yo soy muy romántica, me encantan los ritos, las velas, una cena rica. Por suerte tengo un hombre al lado que me regala flores, se acuerda de lo que se tiene que acordar, me besa, me deja cositas escritas, es galante. -Volviendo un minuto a Mafalda, ¿por qué hay poco y nada de política en sus historias? -A mi no me gusta hacer humor político, y por otro lado estoy harta de la política y de vivir en un país que, desde que me acuerdo, es una cacerola hirviendo con pop adentro. Siempre está todo mal, y el tema ya me saturó. En mi vida personal hablo de política, me siento comprometida con lo que pasa y no soy una burbuja de champagne. Pero no me interesa llevarlo a mi trabajo. La política me parece muy sucia, muy corrupta, me parece que son todos chorros y no quiero dedicarles tiempo de mi trabajo. No quiero contar eso, no quiero reírme de algo tan triste. Estoy harta de los políticos, ya no me hacen gracia, no le encuentro el chiste. -En un diario catalán usted dijo que Montevideo era la única ciudad del mundo que resistía a la globalización. ¿Qué le gusta tanto de esta ciudad? -El periodista y escritor argentino Rodrigo Fresán tiene una definición que me gusta mucho. Dice que los uruguayos son argentinos unplugged. Me encantan los uruguayos, son desenchufados, se dan tiempo para las cosas, hablan con la gente, miran a los ojos, fuman, son más humanos que los argentinos. En Montevideo uno se siente un ciudadano, no una hormiguita en medio de la gran metrópolis. La escala de la ciudad y su arquitectura son muy lindas. Además, a todo el mundo le gusta leer, escribir, tocar la guitarra. Hay un espíritu intelectual que me gusta mucho. No son cholulos, son más educados, menos invasivos. -En general, los uruguayos se creen más cultos, más demócratas, y menos obsesionados con la belleza física que los argentinos. ¿Usted comparte ese razonamiento? -Son más demócratas, han separado la Iglesia del Estado hace mucho tiempo, lo que me parece muy inteligente y muy civilizado; y en promedio son bastante más cultos que nosotros. Me gusta el Carnaval, los tambores, la murga, las raíces negras, y el sentido de identidad cultural tan arraigado. Me parece bien que se crean muchas cosas, pero no quiero dejar pasar algo: en líneas generales, acá hay una asociación entre la estética y la frivolidad que no me parece positiva. Acá la estética es mala palabra para mucha gente, que considera que la belleza es algo trivial. La belleza en la vida es una cosa muy profunda, muy importante. La belleza da felicidad. Es muy importante que la ciudad sea linda, que el farol de la esquina sea lindo. En Rocha, donde yo paso muchos meses al año, esto es una lucha muy grande. ¡Cómo van a poner un tubo de neón en la Costanera! Te contestan que es más barato. Y si uno replica que es feo, te dicen que eso no importa. Acá creen que pretender que las cosas sean bellas es tener un horizonte muy superficial. Y no es así. Tengo amigas uruguayas que sufren mucho porque son vistas como frívolas por defender a toda costa la estética. Acá hay gente que cree que vestirse bien es pro-yanqui. En Argentina, nosotros llamamos a esa mentalidad psicobolche. Ser así no es ninguna virtud. Además, Uruguay tiene una tradición de arquitectura y de estética reconocida en todo el mundo. Y los tipos que hicieron Montevideo creían que lo más importante en la vida es aquello que hoy mucha gente considera superficial.
INTELIGENCIA
EMOCIONAL -¿Y qué le parece la obsesión por los cuerpos perfectos? -No critico a quien se sienta mejor porque se puso un par de gomas nuevas, pero yo no las necesito para seducir, ni para enamorar a un hombre. Si las mujeres no quieren que las traten como un budincito, no deben mostrarse como un budincito. Ahí me sale la cosa rebelde. No me gustan las minas que ponen toda la carne en el mostrador, estoy ideológicamente en contra. Yo compartía ese prejuicio de la obsesión argentina por los cuerpos perfectos, pero ahora que estoy viajando mucho a causa de mis libros, veo que en todas partes es igual. En España están en la misma rosca. Todas las revistas están llenas de avisos de clínicas estéticas ofreciendo siliconas nuevas. En New York cambian las vidrieras todos los meses y hay más peluquerías y gimnasios que librerías. El culto al fitness es mundial. A mí lo que me parece peligroso es el fundamentalismo. Además, no conozco ninguna mujer que se haga las gomas con alguna razón válida. Tampoco se las hacen por un hombre. En todo caso es por una cosa más histérica: pretender gustarle a todos los hombres. Y un tipo que necesite una mina con gomas es un pelotudo. Si yo tuviera un tipo al lado que me pidiera lolas nuevas le contestaría: ¿y vos por qué no te operás el pene y te hacés uno de veinticinco centímetros? -Para terminar, y tomando sus palabras: frívolas en los '20, sentimentales en los '30, frágiles en los '40, consumistas en los '50, histéricas en los '60, incomprendidas en los '70, insatisfechas en los '80 y alteradas en los '90. ¿De qué acusarán a las mujeres en esta década que está despuntando? -Creo que va a haber una gran soledad. Cada vez les costará más encontrar un par, a menos que cambien algunos códigos de entendimiento y la gente se comunique con más facilidad. Pero el avance de la mujer sobre su propio cuerpo, su individualidad y economía, la posiciona en un lugar donde cada vez es más difícil encontrar un hombre para tener al lado. Tengo muchas amigas lindas, con un buen laburo y un buen departamento, a las que les cuesta mucho encontrar un tipo. -¿Quién es la mujer más inteligente de su país? ¿Quién dejaría mejor parados a los argentinos fuera de fronteras? -No lo sé. Yo no mido la inteligencia ni por la fama, ni por el éxito profesional. Yo admiro mucho el trabajo de la gente, pero no a la gente. Yo admiro a las personas por lo que hacen de su vida afectiva, por lo que construyen emocionalmente. Tal vez la mujer que nos deje mejor afuera es, por poner un ejemplo, una médica que labura horas y horas en un hospital, está casada con un tipo bárbaro, llega a la casa muerta, tiene un par de hijos encantadores, les cocina algo rico, hace el amor cuatro veces por semana y en verano se toma unas vacaciones para bañarse en el mar. Eso es ser inteligente. |
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