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Hay tanto
mueble, tanto cuadro, y tanta platería, que sólo falta el
número de lote colgado de cada pieza para creer que se trata de
una casa de remates. Pero no. El escritorio está desbordado por
libros, papeles, catálogos, y recortes de prensa. Las estanterías
han sido superadas y la colección de libros se prolonga en el piso.
Unos pasos más allá, el gran ambiente atesora dos pianos,
varios juegos de salas, petit-meubles, mesas, sillas, bandejas de plata
y demás recuerdos de pasados esplendores. Pero la sorpresa mayor aguarda después de subir la escalera moqueteada, en cuyos escalones se apilan catálogos de subastas europeas y estadounidenses. Acabado el ascenso, una colección privada de pinturas firmadas por Pedro Figari se muestra triunfal a los ojos del visitante, que de pronto se siente en una galería de arte. En esas paredes se codean Candombes y Patios, circunspectos Salones, los profundos azules de los Nocturnos, Mercados, Diligencias, Bodas y Entierros, con temas menos frecuentados por el maestro, como la Tauromaquia.
-¿Cómo debe considerarse este espacio con un montaje tan cuidado y técnicamente perfecto? ¿Como museo o como galería de arte? -La palabra museo me petrifica. Es una galería privada dedicada exclusivamente a la obra que heredé de mi madre, de mi tía Elena Faget Figari de la Force, y de mi tía abuela María Elena Figari de Regidor, además de documentos y papeles de familia concernientes al pintor y su obra. -¿Por qué privada? -Siempre pensé hacer una galería sin tener claro qué movimiento le iba a dar. La planta física recuerda a la galería de Alicia Karlen Guguelmeier, que también es obra mía. En un primer momento pensé en abrirla al público, cobrando una pequeña entrada para su mantenimiento, como se hace en muchas partes del mundo. Pero esa idea en Uruguay no camina. -¿Cuando dice privada eso supone de difícil acceso al público? -No exactamente. Por aquí ha desfilado mucha gente: invitados, periodistas, coleccionistas, marchands, además de uruguayos y extranjeros que vienen a consultarme cuando surgen dudas acerca de la autenticidad de una obra firmada por Figari. -¿Cuál es, exactamente, el cometido de esta colección?
-¿Cuántos cuadros estima que pintó Figari? -Fue un pintor prolífico. Sólo en la familia quedaron dos mil cuatrocientos. Considerando los treinta años durante los cuales expuso, vendió, y regaló a parientes y amigos, parece prudente estimar que en total ronden los cuatro mil. -Se ha hablado mucho de la falsificación de cuadros de Figari ¿Qué sabe usted al respecto? -La falsificación es un mal endémico del arte. Se dice que en los museos hay el doble de cuadros de Corot que los que pintó en realidad. Efectivamente, andan muchos Figari falsos por ahí, que inclusive se sabe de dónde provienen. En general, los voy ubicando bien. Hay un cuadro en el mercado local que me merece muchas dudas. -¿Sólo uno? Es conocido el revuelo que se armó en Buenos Aires con los cuadros falsos del sonado caso de Federico Vogelius. ¿Podemos hablar de eso? -A finales de la década del cincuenta se formó una comisión de gente muy importante de Montevideo y Buenos Aires con la finalidad de hacer una gran exposición de Figari y Vogelius intervino. Era un hombre muy joven, con mucho dinero, que ya tenía en su poder una buena colección. La exposición se llevó a cabo en l960, en el Museo de Arte Moderno de París. Vogelius se ocupó del traslado de los cuadros. Y ya en París algunos de los cuadros expuestos eran falsos. Mis abuelos se encargaron personalmente de regresar los cuadros de la familia desde Buenos Aires a bordo del Andes, pero la maniobra ya estaba consumada. Recién siete años después explotó el escándalo, que fue muy grande. Se habían falsificado excelentes cuadros de Figari provenientes de su propia familia y de prestigiosas colecciones argentinas, devolviendo los falsos y quedándose con los verdaderos. Esta maniobra de vastos alcances perjudicó a mucha gente y le costó la cárcel a Vogelius. -La más perjudicada fue la familia del autor, seguramente... -Le cuento una anécdota. Hace más de veinte años, cuando yo no tenía los elementos de juicio que tengo ahora, ni nadie de la familia los tenía, vendí un cuadro falso que heredé de mi abuela, y ahora apareció el verdadero. ¡Dormí seis años bajo ese cuadro, que estaba sobre mi cama como una reliquia! Era uno de los cuadros que devolvió Vogelius. Pero hay más . Mi abuelo, el arquitecto Raúl Faget, reclamó por escrito a Vogelius dos cuadros auténticos que le había entregado, recibiendo a cambio dos falsos. Vogelius admitió que era así, pero le echó la culpa a un galerista de Buenos Aires. Tengo la documentación del caso. De los dos cuadros auténticos que reclamó mi abuelo, uno apareció ahora en manos de una rama de la familia Vogelius. El otro fue rematado en Sotheby's hace algunos años, posiblemente del mismo origen. -¿Por qué no se destruyen los cuadros falsos? -No soy partidario de que se destruyan. Prefiero que se los identifique con una raya negra, o se les corte una punta, o se les haga cualquier otra marca, pero me interesa que se conserven como testimonio. Como documento, un cuadro falso es muy importante para la identificación del verdadero. -Después de este relato sobre los trasvasamientos de la obra de Figari, ¿puede afirmar que los cuadros expuestos en esta galería son auténticos? -Absolutamente. Es muy importante que esto quede bien claro. Tengo algunos cuadros más de los que están a la vista, y la certeza absoluta que ninguno es falso. -¿Podríamos hablar del dinero que valen estas obras? -Los precios de referencia no salen de galerías, donde los precios son rumores, sino de los remates cuyos resultados se publican en muchas partes. En Buenos Aires, Figari ha llegado a los ciento cincuenta mil dólares. En Nueva York, a los cien mil, y en algún remate de Montevideo también arañó ese precio. Me parecen precios bajos para los buenos cuadros. Los precios menores están por debajo de los diez mil dólares, lo que también me parece un disparate. -La proliferación de obra no auténtica ¿atenta contra la cotización del artista? -Por supuesto. Llegó un momento en que en Buenos Aires los galeristas no querían saber nada con Figari. -¿Cuáles son los temas que alcanzan los precios más altos? -Los récords se han dado con un Candombe, o un Baile Criollo, o algún Salón. Los Patios, Entierros, y Diligencias obtienen también muy buenos precios. -¿Usted extiende una certificación cuando le traen un cuadro? Eso ha de costar mucho dinero... -Yo no autentico por escrito. El día que extienda una certificación, por supuesto que la voy a cobrar. No lo dude. Yo analizo cada caso de acuerdo a los archivos que poseo y doy mi opinión. Los dorsos de los cuadros de Figari son muy interesantes, porque él siempre pintó sobre cartón, de modo que ha sido fácil documentarlos atrás en exposiciones, galerías y en la sucesión. -Fue el arquitecto Alberto Herrera Mac Clean quien se ocupó de clasificar los cuadros para la sucesión. También autenticaba ¿no es así? -Herrera Mac Clean hizo una lista de los cuadros existentes en la sucesión poniéndoles un sello numerado en el dorso y apuntando cada uno en un cuaderno, o en varios. Se ha usado ese mismo mecanismo para falsificar, porque es más fácil copiar un sello que un cuadro, o cambiar el sello de un cuadro para otro. -¿Sobre qué base se puede establecer la autenticidad de una obra de arte? -Recuerdo que la crítica de arte María Luisa Torrens dijo que el Ministerio de Cultura había recibido de Japón un equipo técnico para certificar científicamente los cuadros, con un sistema capaz de determinar la velocidad con que había sido hecho cada trazo. Y terminó aseverando que también existe el golpe de vista , "el ojo" del conocedor. Estoy de acuerdo. Hay falsificaciones muy bien hechas que requieren procedimientos más sofisticados. Otras son tan burdas que uno las reconoce a simple vista. Hace poco tuve en mis manos una foto muy fiel de un cuadro y le dije a su dueño que si me hubiera mandado un fax en blanco y negro, también hubiera opinado que era falso. La espontaneidad del autor es inimitable, y eso se nota. -¿Mantiene contacto fluido con los grandes mercados internacionales? -Con Christie's en Nueva York, París y Londres; con Sotheby's en Nueva York, con Butterfeld en San Francisco, y con algunos museos como el Museé D'Orsay, o el Museo de Houston, y con algunos remates en Buenos Aires. Hace poco me consultaron desde Nueva York por ocho cuadros, me mandaron las fotos y les contesté que ya conocía cuatro o cinco equivalentes de los mismos cuadros, que son falsos. No los sacaron a la venta. -Es decir que usted es un hombre de consulta, un referente cuya opinión es respetada. -Puedo decir que sí. De lo contrario mi trabajo sería inútil. A raíz de las fotos que me mandaron desde Christie's descubrí que en el Museo Blanes hay un cuadro Figari que es falso. Llamé al intendente Mariano Arana y le mostré la documentación. -¿Y el director del museo lo sabe? -Por supuesto, hablé también con el profesor Gabriel Peluffo. A mí me gustan las cosas claras. No voy a ocultar nada, porque eso favorece el rumor. Además, saber la verdad estimula la posibilidad de recuperación del verdadero. Un poco en broma y un poco en serio, siempre digo que hace falta "un juez Garzón" que traspase las fronteras y se ocupe del tema en serio, porque hay Figaris falsos en todo el mundo. -Volviendo a los grandes escenarios, ¿cuál es el mejor mercado? ¿el europeo o el norteamericano? -El norteamericano es mercado, el europeo no. El europeo es más cerrado, más controlado. En el americano hay más libertad para la circulación de los cuadros y es así como se desarrolla un mercado. Hace un par de años se remató en Londres un Figari en menos de treinta mil dólares, y a los tres meses se remató en Nueva York en cincuenta mil. -¿En esos centros de poder económico se manipula la cotización de un artista consiguiendo que hoy esté en alza y mañana en baja? -Los galeristas y los remates internacionales apuestan a los artistas que ya tienen buena cotización local. No descubren genios, los proyectan. También sucede que un mismo artista alance niveles de precios superiores en una determinada franja de su obra. Es el caso de Torres García con sus Constructivos, que se pagan mucho más que el resto de su pintura, que es de una calidad muy pareja. Lo mismo pasa actualmente con Ignacio Iturria. -Ya que lo menciona, ¿cómo explica que Iturria haya alcanzado cotizaciones tan empinadas, que posiblemente superen las de Figari en la actualidad? -No le encuentro mucho sentido, pero no se explicarlo. Si lo supiera me dedicaría a ese negocio, o me dedicaría a pintar lo que se vende. -Antes de despedirnos, ¿nos regala otra anécdota de las tantas que atesora? -Cuando se hizo la exposición de Figari en la American Society de Nueva York en 1986, a la que acudió mi tía Elena, la curadora le preguntó gentilmente si podría hacer por ella algo en especial. Mi tía respondió que le encantaría visitar la casa de David Rockefeller. Éste y su señora la recibieron muy atentamente y le mostraron los Figari que tenían. Más tarde, cuando Rockefeller estuvo en Montevideo, fue con su comitiva a visitar a mi tía. Al ver este Candombe lo contempló un rato y le dijo: "¿ por qué no me vende este cuadro?". Elena le contestó: "porque usted no tiene el dinero que pueda pagarlo". -¿Cómo es el mecanismo para que la gente interesada pueda visitar este templo de arte? -Sólo con una cita previa por teléfono, al 901 66 43; por fax, al 9026199; o por mail, [email protected]. Serán bien recibidos, porque de esa manera se estará cumpliendo con el cometido de esta galería dedicada a Figari.
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