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Que quede
claro desde el vamos. Un día aislado de presión alta no
es sinónimo de hipertensión. Puede ser tan sólo la
reacción del cuerpo ante una gran angustia, una jornada estresante,
o el exceso de sal tras la comilona del fin de semana. ¿En qué
consiste entonces la enfermedad que padece una cuarta parte de los uruguayos
mayores de 15 años? Se dice que alguien sufre de hipertensión arterial cuando la presión máxima (sistólica) o mínima (diastólica) acusan cifras iguales o superiores a 130/85 mm Hg. Dicho en buen romance, cuando la sangre viaja por las arterias con una presión mayor a la normal. Promedialmente, el ideal sería tener 120/80 mm Hg; dicho de otra manera, que el corazón ejerciera una presión máxima de 120 mm Hg durante la sístole o fase de bombeo, y que este mismo órgano en reposo registrara una presión de 80 mm Hg. ¿Qué determina que esas variables se modifiquen? Muchas cosas. Las más importantes son la cantidad de sangre circulante y el calibre de las arterias por las que viaja. Cuanto mayor es el volumen de sangre circulante y menor el diámetro por el que circula ese volumen, mayor es la tensión arterial. Todo esto sucede mientras la persona duerme, camina, come, o trabaja, y sin que ésta sea consciente del proceso que se está desarrollando en su organismo. Sin embargo, algunos individuos dicen reconocer las señales de presión alta por dolor en el cuello, jaqueca, cansancio, un zumbido en los oídos, o hasta pequeñas "estrellitas" a la vista. Lamentablemente, no hay síntomas que acusen la mayoría de los casos de hipertensión, razón por la cual la enfermedad se ganó el apodo de "asesino silencioso". La mitad de las personas hipertensas no sabe que lo son. "De los que saben, únicamente la mitad están tratados, y de ésos, sólo la mitad tiene las cifras normalizadas", deja saber el cardiólogo Ricardo Bachman. Hay más malas noticias. La hipertensión arterial no es un problemita que se soluciona dejando la sal. Quien la padece deberá controlarse de por vida. Si así no lo hace, tiene serias chances de padecer enfermedades coronarias o cerebrovasculares, como infartos o hemorragias graves. Bachman, que se desempeña como director ejecutivo de la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular, insiste en que conviene no esperar a que aparezcan síntomas para controlar la presión arterial. "Siempre que uno vaya a un centro de salud, para cualquier tipo de consulta, debe aprovechar la oportunidad para que le midan la presión arterial". Así fue como Silvana Martínez, de 39 años, descubrió que era hipertensa. Un persistente dolor de estómago la obligó a consultar al médico, y en el control de rutina descubrieron que, además de un cálculo en la vesícula, tenía la presión por las nubes. Desde entonces, la sal desapareció de su cocina, remedio que evitó la necesidad de tomar medicamentos. A pesar de no estar en riesgo, Martínez sigue controlando su presión dos veces al mes, incluso durante las vacaciones y, por supuesto, sigue comiendo sin sal. ¿Es muy sacrificado? "No. Es más: desde que como sin sal y condimento con limón, orégano, o adobo, le encuentro mucho más gusto a las comidas, las saboreo más".¿Por qué yo? En Uruguay, unas 600 mil personas sufren de hipertensión arterial. Los antecedentes familiares son importantísimos, ya que en muchos casos la hipertensión se hereda. Sin embargo, el 90 por ciento de los casos obedece a causas desconocidas, y la enfermedad se cataloga entonces como hipertensión esencial, hipertensión ideopática, o de causa desconocida. En el 10 por ciento restante, la hipertensión es el resultado de otra enfermedad, y se la denomina hipertensión secundaria. Las causas más frecuentes son las enfermedades endocrinas o renales. Los riñones controlan el volumen de agua que circula por el organismo, así como la cantidad de sal que contiene el cuerpo. A mayor cantidad de sal, mayor retención de líquido y, potencialmente, mayor tensión arterial. A su vez, esto puede aumentar la estrechez de las arterias, y si los vasos se hacen más pequeños, el corazón tiene que trabajar más para bombear la misma cantidad de sangre. En algunas mujeres, el embarazo y el uso de anticonceptivos orales también puede producir hipertensión arterial. Es sabido que sedentarismo, obesidad, alcohol y nicotina, aunque no son causantes, pueden incidir en la enfermedad. "Hoy hasta la depresión es considerada un factor de riesgo para la hipertensión", agrega Bachman. Una vez detectada la enfermedad, lo primero es ir al médico para determinar si hay causas que la justifiquen. Si los niveles son apenas elevados, generalmente se prescribe un tratamiento no farmacológico que consiste, básicamente, en modificar algunos hábitos. Hay que combatir los kilos de más, y abandonar la sal y el sedentarismo, así como convendrá despedirse del cigarro y el alcohol. Aunque todo organismo requiere de su cuota de sal, la dieta occidental suele aportar ocho veces más de la cantidad necesaria. Según la nutricionista y dietista Silvana Baño, "solamente consumiendo la sal que los alimentos contienen naturalmente, se exceden los requerimientos del organismo". Esto significa que no es necesario agregar ni siquiera una pizca de sal a la olla, ni llevar el salero a la mesa. La especialista sugiere a los hipertensos eliminar la sal en todas sus formas, y renunciar a alimentos como quesos, embutidos, snacks, productos congelados y enlatados, todos de altísimo contenido de sodio. De todas formas, una dieta equilibrada es tan sólo uno de los puntales del tratamiento. Considerando que el sedentarismo es un gran aliado de la hipertensión arterial, también hay que hacer ejercicio. Una rutina aeróbica ayuda a fortalecer el corazón, bajar peso y controlar la presión. La falta de tiempo no sirve de excusa. Alcanza con salir a caminar tres veces por semana durante media hora. Casos extremos En los casos de hipertensión más severos, no alcanza con un cambio de hábitos. Independientemente de la causa de la enfermedad, hay un amplio espectro de medicamentos que se ofrece en el mercado, y los médicos los combinan y dosifican según cada caso. Por lo general, lo primero que se le recomienda al paciente hipertenso es un diurético, que aumenta la eliminación de orina y sal del organismo, lo que sirve para bajar la tensión arterial. Los betabloqueantes, por su parte, bloquean muchos efectos de la adrenalina en el cuerpo, y logran que el corazón lata más despacio y con menos fuerza. Los inhibidores de la enzima convertidora de Angiotensia (IECA) disminuyen la tendencia de las arterias pequeñas a estrecharse, impidiendo que el organismo genere una sustancia llamada angiotensina II.
René de los Santos es una de los 600 mil uruguayos hipertensos. En su caso, la enfermedad está asociada a un problema de cálculos en los riñones. Su presión fue controlada con medicamentos. Además, se le recetó una dieta sin sal y ejercicio. Cuando se sintió bien, decidió dejar de tomar los medicamentos y controlarse "de forma más natural". Todo iba bien, hasta que un problema emocional detonó la bomba. "Tenía ganas de estar tirada en la cama, a oscuras, y me dolía mucho la nuca", recuerda. Cuando le tomaron la presión estaba por las nubes. Se llevó un gran susto, y nunca más dejó de tomar los remedios. En la medida que se la controle, la hipertensión no molesta. Pero siempre está allí, esperando un exceso o un descuido para golpear con fuerza. Más vale mantenerla a raya.
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