Somos mitad animal y mitad humanos. En la parte de abajo está el cuerpo, con sus músculos y órganos, los instintos, la naturaleza. Con la parte de arriba apuntamos una flecha hacia el cielo: ideales, utopías y libertad. Nuestra parte caballo es el instrumento para el ascenso a que aspira la humanidad. Una y otra se complementan: reprimir un pedazo es volverse inválido. Religión viene de religio, que significa reconectarse. El centauro apunta a un invisible blanco en el cielo, buscando un enlace con lo superior y trascendente. Lo religioso es casi un instinto, tanto como el de supervivencia, pues aparece en los hombres y mujeres de todas las épocas: es una necesidad enraizada en el cuerpo que nos impele a elevarnos para comprender el sentido de la vida y de la muerte. Todas las religiones tienen su panteón de divinidades, múltiples o únicas, y muchos antiguos dioses yacen hoy olvidados. Sin embargo, algunos de ellos se agazapan todavía en los inconscientes de los modernos ciudadanos: abundantes sueños cargados de símbolos mitológicos delatan su presencia. Los griegos apuntaban sus flechas espirituales a la cumbre del monte Olimpo, lugar donde los inmortales disfrutaban y padecían emociones, enamorándose, envidiando, odiando, demostrando lo humano de ellos y lo divino que hay en nosotros. Despertemos este mes a los dioses dormidos. |